Por P. Juan Carlos Schaab, MC

Como parte del anuncio del Evangelio de la salvación, es un deber fundamental del Magisterio de la Iglesia, una seria catequesis acerca de la dimensión penitencial de la vida cristiana. Por esto, especialmente en este tiempo de Cuaresma, traemos a nuestra consideración la admirable síntesis que hizo el Papa San Juan Pablo II en la exhortación apostólica Reconciliatio et paenitentia, con respecto al deber de la Iglesia de enseñar a los fieles a través de una buena catequesis sobre la conciencia y su formación también sobre estos puntos:

  • “Sobre el sentido del pecado, que se ha atenuado no poco en nuestro mundo.
  • Sobre la tentación y las tentaciones el mismo Señor Jesús, Hijo de Dios, «probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado», quiso ser tentado por el Maligno, para indicar que, como Él, también los suyos serían sometidos a la tentación, así como para mostrar cómo conviene comportarse en la tentación. Para quien pide al Padre no ser tentado por encima de sus propias fuerzas y no sucumbir a la tentación, para quien no se expone a las ocasiones, el ser sometido a tentación no significa haber pecado, sino que es más bien ocasión para crecer en la fidelidad y en la coherencia mediante la humildad y la vigilancia.
  • Sobre el ayuno que puede practicarse en formas antiguas y nuevas, como signo de conversión, de arrepentimiento y de mortificación personal y, al mismo tiempo, de unión con Cristo Crucificado, y de solidaridad con los que padecen hambre y los que sufren.
  • Sobre la limosna que es un medio para hacer concreta la caridad, compartiendo lo que se tiene con quien sufre las consecuencias de la pobreza.
  • Sobre las circunstancias concretas en las que se debe realizar la reconciliación (en la familia, en la comunidad civil, en las estructuras sociales) y, particularmente, sobre la cuádruple reconciliación que repara las cuatro fracturas fundamentales: reconciliación del hombre con Dios, consigo mismo, con los hermanos, con todo lo creado.”

Además, enseña el Santo Padre San Juan Pablo II, “La Iglesia tampoco puede omitir, sin grave mutilación de su mensaje esencial, una constante catequesis sobre lo que el lenguaje cristiano tradicional designa como los cuatro novísimos del hombre: muerte, juicio (particular y universal), infierno y gloria. En una cultura, que tiende a encerrar al hombre en su vicisitud terrena más o menos lograda, se pide a los Pastores de la Iglesia una catequesis que abra e ilumine con la certeza de la fe el más allá de la vida presente; más allá de las misteriosas puertas de la muerte se perfila una eternidad de gozo en la comunión con Dios o de pena lejos de Él. Solamente en esta visión escatológica se puede tener la medida exacta del pecado y sentirse impulsados decididamente a la penitencia y a la reconciliación.” (Reconciliatio et Paenitentia, n. 26)

Respecto a las formas antiguas y nuevas es bueno recordar que más allá del ayuno de alimentos se puede meritoriamente ayunar también de la TV, del cine, de las conversaciones inútiles, del alcohol y del cigarrillo, y de tantos pequeños hábitos de per se lícitos, pero superfluos.